martes, 5 de marzo de 2013


 “El síndrome de Cronos”

A estas alturas nadie puede dudar ya de que que vivimos tiempos muy convulsos. Nunca en la historia reciente de la aún joven democracia española, ha existido semejante abismo entre políticos y ciudadanos. La recesión económica que asfixia nuestro país sin piedad, unida a los gravísimos casos de corrupción política que ocupan titulares día si y día también, han llevado a que el político, sea del signo que sea, este considerado como persona "non grata" en la conciencia social española. Tanto es así, que ante la perdida de confianza de muchos en los partidos tradicionales como herramienta de cambio, los ciudadanos comienzan a demandar reformas estructurales  y legislativas a través de plataformas como la de “Stop Deshaucios” o el movimiento 15M. Reivindican en definitiva, una mayor participación, una democracia mas efectiva y real en todos los sustratos institucionales. Sobre la base de que el sagrado voto no es un cheque en blanco para gobernar durante cuatro años; de que la voz de los ciudadanos no debe permanecer aletargada y dormida de una cita electoral a otra.

En este contexto de cambio de ciclo, el bipartidismo está en serio riesgo según todos las últimos sondeos efectuados. Y para aviso a navegantes, la experiencia italiana, con el sorprendente auge de la anti-política de Pepe Grillo. Advierten numerosos periodistas, sociólogos y ciudadanos de a pié, de que los dos grandes partidos, PP y PSOE, se perciben en muchos casos no como parte de la solución, sino como parte del problema. No es ya de recibo que la clase política siga entendiéndose como un coto cerrado e inmovilista, donde la actividad pública se convierta, no en una vocación, sino en una profesión vitalicia de tipo funcionarial; cargos que se heredan de padres a hijos o de abuelos a nietos, sin ningún criterio de mérito o capacidad; familias o clanes políticos que llevan años gobernando agrupaciones locales en muchas ciudades españolas, como si de cortijos en propiedad se tratara; meros sistemas de retención de rentas en lugar de instrumentos de cambio social y generación de progreso.

La democracia interna en los partidos, como la limitación de mandatos, entre otras cosas, es vital para recuperar la confianza cidadana y estrechar distancias. Lo contratario, contribuirá a que los grandes partidos españoles se vean abocados a su autodestrucción en el medio-largo plazo; bien desde el propio sistema por otras formaciones que logren presentarse como más democráticas y cercanas al sentir ciudadano, bien (y lo que sería desde luego peor) por peligrosos movimientos anti-sistema de corte radical y demagógico.

Si no hay democracia interna en los partidos, no hay democracia en ultima instancia, sino oligarquía al servicio de unos pocos estómagos agradecidos. Para que una democracia interna puede llamarse tal, no debe practicarse sólo de boquilla al más puro estilo fariseo. No se ejerce la democracia interna dando apariencia de democracia al mero apoyo a candidatos oficialistas mientras se ponen todas las excusas  y trabas del mundo a otras opciones menos proclives a satisfacer los deseos y caprichos del aparato de turno. Una democracia interna es aquella que confía, sin injerencias ni presiones, sin filtraciones interesadas en los medios, en la voluntad real de sus militantes para decidir sobre su propio futuro. Eso es defender el interés general; lo contrario, defender el negocio propio. Y es que la ciudadanía y los partidos políticos solo pueden ser entendidos como compartimentos estancos, desde una perspectiva caduca, casposa y propia de tiempos preconstitucionales afortunadamente ya pasados. En una democracia moderna, los partidos políticos deben ser fiel reflejo de la sociedad, con capacidad de autocrítica, de renovarse y de regenerarse. Porque aquello que no se regenera, se destruye a si mismo.

Cuenta la mitología clásica que sobre el universo reinaba Cronos, a quien le habían predicho que sería destronado por uno de sus hijos y que éste sería el dios soberano del mundo. Fué entonces cuando  decidió comerse a sus propios hijos. Se apoderaba de ellos, apenas nacidos y se los comía sin piedad alguna.

Si los grandes partidos políticos no hacen que la democracia interna y una mayor participación ciudadana sea una realidad respetada con normalidad, acabarán como Cronos, fagocitándose a si mismos.




                                                                     David Devesa Rodríguez.
                                                                     Abogado.

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