“El síndrome de Cronos”
A estas alturas nadie puede dudar ya de que que vivimos
tiempos muy convulsos. Nunca en la historia reciente de la aún joven democracia
española, ha existido semejante abismo entre políticos y ciudadanos. La
recesión económica que asfixia nuestro país sin piedad, unida a los gravísimos
casos de corrupción política que ocupan titulares día si y día también, han
llevado a que el político, sea del signo que sea, este considerado como persona
"non grata" en la conciencia social española. Tanto es así, que ante
la perdida de confianza de muchos en los partidos tradicionales como
herramienta de cambio, los ciudadanos comienzan a demandar reformas
estructurales y legislativas a través de
plataformas como la de “Stop Deshaucios” o el movimiento 15M. Reivindican en
definitiva, una mayor participación, una democracia mas efectiva y real en
todos los sustratos institucionales. Sobre la base de que el sagrado voto no es
un cheque en blanco para gobernar durante cuatro años; de que la voz de los
ciudadanos no debe permanecer aletargada y dormida de una cita electoral a
otra.
En este contexto de cambio de ciclo, el bipartidismo está
en serio riesgo según todos las últimos sondeos efectuados. Y para aviso a
navegantes, la experiencia italiana, con el sorprendente auge de la
anti-política de Pepe Grillo. Advierten numerosos periodistas, sociólogos y
ciudadanos de a pié, de que los dos grandes partidos, PP y PSOE, se perciben en
muchos casos no como parte de la solución, sino como parte del problema. No es
ya de recibo que la clase política siga entendiéndose como un coto cerrado e
inmovilista, donde la actividad pública se convierta, no en una vocación, sino
en una profesión vitalicia de tipo funcionarial; cargos que se heredan de
padres a hijos o de abuelos a nietos, sin ningún criterio de mérito o
capacidad; familias o clanes políticos que llevan años gobernando agrupaciones
locales en muchas ciudades españolas, como si de cortijos en propiedad se
tratara; meros sistemas de retención de rentas en lugar de instrumentos de
cambio social y generación de progreso.
La democracia interna en los partidos, como la limitación
de mandatos, entre otras cosas, es vital para recuperar la confianza cidadana y
estrechar distancias. Lo contratario, contribuirá a que los grandes partidos
españoles se vean abocados a su autodestrucción en el medio-largo plazo; bien
desde el propio sistema por otras formaciones que logren presentarse como más
democráticas y cercanas al sentir ciudadano, bien (y lo que sería desde luego
peor) por peligrosos movimientos anti-sistema de corte radical y demagógico.
Si no hay democracia interna en los partidos, no hay
democracia en ultima instancia, sino oligarquía al servicio de unos pocos
estómagos agradecidos. Para que una democracia interna puede llamarse tal, no
debe practicarse sólo de boquilla al más puro estilo fariseo. No se ejerce la
democracia interna dando apariencia de democracia al mero apoyo a candidatos
oficialistas mientras se ponen todas las excusas y trabas del mundo a otras opciones menos
proclives a satisfacer los deseos y caprichos del aparato de turno. Una
democracia interna es aquella que confía, sin injerencias ni presiones, sin
filtraciones interesadas en los medios, en la voluntad real de sus militantes
para decidir sobre su propio futuro. Eso es defender el interés general; lo
contrario, defender el negocio propio. Y es que la ciudadanía y los partidos
políticos solo pueden ser entendidos como compartimentos estancos, desde una
perspectiva caduca, casposa y propia de tiempos preconstitucionales
afortunadamente ya pasados. En una democracia moderna, los partidos políticos
deben ser fiel reflejo de la sociedad, con capacidad de autocrítica, de
renovarse y de regenerarse. Porque aquello que no se regenera, se destruye a si
mismo.
Cuenta la mitología clásica que sobre el universo reinaba
Cronos, a quien le habían predicho que sería destronado por uno de sus hijos y
que éste sería el dios soberano del mundo. Fué entonces cuando decidió comerse a sus propios hijos. Se apoderaba
de ellos, apenas nacidos y se los comía sin piedad alguna.
Si los grandes partidos políticos no hacen que la
democracia interna y una mayor participación ciudadana sea una realidad
respetada con normalidad, acabarán como Cronos, fagocitándose a si mismos.
David Devesa Rodríguez.
Abogado.
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